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Un hospital construido por Dios

Publicado: 2010-07-15

Klaus John, médico alemán, me visitó una mañana. Habla perfecto el español pero lo hace muy rápido, me costó entender algunas cosas que decía, intenté hacerlo hasta que me dí cuenta que era mejor dejar de tomar nota y dejarme llevar por su historia.

 

En 1991, él y su esposa Martina viajaron por Sudamérica, se quedaron especialmente prendados de la riqueza cultural y de las enormes desigualdades sociales que encontraron en el Perú con lo que decidieron hacer algo para remediar tanta marginación. En el 2002 convencieron a sus amigos a compartir su locura, no tenían dinero pero sí millonarias ganas de servir; construirían un hospital de primer nivel en uno de los lugares más olvidados del mundo que se llamaría “Diospi Suyana”, palabras en quechua que significa “Esperanza de Dios”.

El proyecto se plasmó en tres idiomas y una presentación que con el paso del tiempo crece y ha ido viajando por el mundo, motivando y justificando cada centavo donado. Las primeras donaciones no llegaban a las dos cifras, después de seis meses se contaba con menos de mil euros. En 2003 consiguieron comprar un terreno en una explanada que separa montañas de más de 3,000 metros de altura, en Apurímac, uno de los tres departamentos más pobres del Perú.

Hasta enero de 2004, Klaus y su familia hicieron 223,500 kilómetros de recorrido en toda Alemania, cientos de presentaciones visitando iglesias, amigos, universidades, cualquier punto que concentrara gente que pudiera apoyar su causa. Se obtuvo negativas y a la vez se organizaron innumerables actividades para recaudar fondos, lo que para el 2005 sumó un millón de dólares, cifra con la que se trasladaron definitivamente a Perú.

La construcción del hospital estaba valorizada en 10 millones, que cubriría infraestructura y equipos, al colocar la primera piedra solo se contaba con el 10% del presupuesto pero las obras debían empezar pese a que el dinero no alcanzaba ni para pagar al ingeniero que las supervisaría. Los John pensaron que lo mejor sería conseguir a un profesional capacitado y con experiencia pero que no cobrara por sus servicios.

La búsqueda demoró hasta que una tarde obtuvo el número de Udo Klemenz un ingeniero alemán. Esa misma tarde este ingeniero y su esposa le pedían a Dios una misión que dé sentido a sus vidas. Su “Amén” se unió al sonido del teléfono, era Klaus, en pocas palabras le explicó la razón de su llamada y le preguntó si podía ser la persona que necesitaban. Udo y su esposa aceptaron de inmediato.

 

La construcción comenzó pero al poco tiempo llegó una carta del Instituto Nacional de Cultura, solicitando paralizar la construcción ya que se estaba invadiendo territorio arqueológico, además del pago de una multa de 700 mil dólares. Por ese entonces se definía quién sería el próximo presidente del Perú, a quien se le pidió una audiencia a los pocos días de asumir el cargo. Después de tanta insistencia y gritos de oración, la primera dama atendió al matrimonio alemán, vio la presentación, se conmovió e hizo lo que estuvo en sus manos para hacer que la construcción siga su curso.

Con ese asunto solucionado Klaus inició extensos viajes para conseguir fondos y continuar con las obras. Su vehemencia por hacer parte del mismo sueño a sus compatriotas lo llevó a la televisión y a distintos medios. Consiguió conformar una red de donantes que con su pequeño aporte lograron mucho más de lo esperado.

Además de dinero para comprar los materiales de construcción se necesitaba equipos. Sabía que Siemens no hacía donaciones pero no se amilanó, pidió una cita con los directivos quienes le dieron una negativa rotunda. Sin embargo su mensaje tocó profundamente a uno de ellos, quién se encargó de cambiar la historia solidaria de la empresa. Luego de unos días Klaus recibió una llamada pidiéndole la dirección adonde enviarían un tomógrafo valorizado en 150 mil dólares.

En plena construcción se publicó una nota sobre el hospital en el semanario más leído de Lima, a los dos días Klaus y Martina vieron de lejos la llegada de un trailer que transportaba 600 bolsas de cemento. Sabiendo que detrás de ese envío había una persona de corazón grande, averiguaron de quien se trataba y lo contactaron para pedirle  las 55 toneladas de acero que hacían falta.

El hospital se inauguró en agosto de 2007, una construcción levantada en 7,000 m2 que cuenta con cuatro quirófanos, sala de emergencia, banco de sangre, consultorios, pabellones para albergar a 60 pacientes, laboratorio, farmacia, depósitos, cocina, lavandería, dormitorios para voluntarios, anfiteatro, iglesia y hasta un helipuerto.

 

En los andes casi no hay señal de teléfono e Internet, herramientas útiles para seguir motivando el apoyo de la gente dentro y fuera del país. La solución era hacerse de antena satelital que costaba 50 mil dólares. Klaus apuntó a la más grande empresa de telecomunicaciones, se reunió con los altos directivos quienes prometieron responderle pronto, al cabo de unas semanas le comunicaron que la donación era imposible.

Una cosa lleva a otra

En uno de los viajes le decomisaron el proyector que utilizaba porque se olvidó de añadirlo en la declaración de bienes. Movió cielo y tierra para que se lo devolvieran sin ningún resultado por lo que se vio obligado a comprar uno nuevo, fue a una tienda donde mientras aprovechaba a probar los proyectores le contaba al vendedor su historia. Un señor que estaba en el mismo lugar le pidió que se reunieran en su oficina para que le mostrara la presentación, este señor era un alto ejecutivo de una empresa de telecomunicaciones quien a comparación de la competencia no solo donó la antena, también el pago por el servicio y mantenimiento de forma indefinida. 

Klaus y su esposa consiguieron de la misma milagrosa manera un grupo electrógeno muy costoso, con lo que se aseguraron que las lluvias torrenciales de la sierra no les imposibiliten de utilizar los equipos donados por 120 empresas alrededor del mundo para atender a sus pacientes.

 Los John no solo recaudaron dinero y equipos, también reclutaron voluntarios; médicos excepcionales que dejan de percibir 100 mil dólares al año y todas las comodidades de un país desarrollado, para dedicarse a servir a los más necesitados. Se cuenta con 35 médicos, entre alemanes, estadounidenses, australianos y suizos.

Le pregunté a Klaus si construiría otro hospital, pero todavía es difícil conseguir dinero para financiar su mantenimiento, además de los médicos voluntarios se cuenta con 80 trabajadores. El costo de la atención es simbólico y todos los días se encuentra a personas que necesitan que se les cubra el tratamiento médico totalmente (hospitalización, análisis, medicinas). Su meta es triplicar la atención que brinda diariamente que ahora llega a 140 pacientes porque los médicos no se dan abasto.

La presentación terminó, me tiembla el cuerpo. Pienso que me topé con Klaus y Diospi Suyana por alguna razón, que a lo mejor escribiendo sobre esta cadena de milagros, de este hospital construido por miles de personas movidas por Dios, desencadene otro.

Se parte de esta cadena de milagros, visita: www.diospi-suyana.org


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